lunes, 5 de noviembre de 2007

2ª sesión, 23 de Octubre de 2007

Texto: RAYMOND BOUDON (2004): “La sociología que realmente importa” Papers, 74, pp. 215-226 (Trad. José A. Noguera)

El debate se orientó inicialmente a dilucidar si se consideraban válidos los cuatro tipos ideales de sociología (cognitiva, expresiva, crítica, de consultoría) que plantea Boudon. En principio, hay acuerdo en que son características reconocibles en el trabajo sociológico, pero de entrada no se considera acertada la adscripción que hace de los distintos autores a los distintos tipos de sociología. En particular, molestó bastante la exclusión de Marx (¿demasiado crítico para ser cognitivo?) o la consideración de Goffman como un sociólogo expresivo por el mero hecho de haber “vendido muchos libros” y tener “cualidades literarias” (¿Cuántos ejemplares puede haber vendido La ética protestante…? ¿Un texto debe ser incomprensible para que sea sociológico?). Volveremos sobre esto más adelante.

Otra objeción importante es la poca profundidad con que trata lo que denomina sociología crítica. En particular, resulta poco claro qué la diferencia de la sociología de consultoría.

Para Boudon, la sociología de consultoría (aunque preferimos la versión inglesa de sociología cameralística) es una sociología descriptiva que responde a las demandas de información sobre la sociedad y lo social que tienen los diseñadores de políticas y otros actores (Boudon cita a partidos políticos, movimientos sociales, grupos de presión pero se olvida de las empresas, que también manejan información sociológica en grandes cantidades).

Sin embargo, con no poca frecuencia, “lo que el sociólogo pretende a través de su descripción es ser de utilidad a una causa política, ideológica o social” (p. 223). Este parece ser el criterio para identificar a la sociología crítica (o militante): el objetivo de influenciar los procesos políticos.

Cuando menos, parece que esta distinción no tiene que ver con cómo está hecha la sociología sino con para quién está hecha. Así las cosas, un mismo estudio sobre la actitud de la población hacia un proyecto urbanístico sería de consultoría si lo paga la empresa constructora o el ayuntamiento implicado, mientras que si lo encarga un grupo ecologista o un partido de la oposición sería sociología crítica. Es una distinción basada en quién paga la investigación sociológica, no sobre sus cualidades científicas o su contribución a la acumulatividad del conocimiento sociológico. Para este viaje no hacían falta alforjas.

Pero aplicando este tratamiento a sus paladines de la sociología cognitiva, vemos que tanto Tocqueville como Weber y Durkheim tenían claros intereses ideológicos que impregnaron su obra. Todos ellos analizaron el cambio social que dio lugar a las sociedades industriales desde una perspectiva conservadora (Tocqueville era un aristócrata molesto con la enfermedad democrática, Weber era un nacionalista alemán antimarxista que iniciaba una carrera política de altura en la Alemania de Weimar cuando murió, Durkheim era manifiestamente conservador).

Por tanto, debemos asumir que los tipos de sociología que plantea Boudon son tipos ideales, que resaltan rasgos determinados de la sociología pero que no se encuentran de forma aislada en ningún sociólogo concreto. Partiendo de esta idea, podemos concluir que la preocupación de Boudon residiría en que en la sociología actual, los componentes no cognitivos tienen mayor peso que los componentes cognitivos.

Esto nos lleva a plantear el otro gran eje sobre el que giró el debate: ¿es aceptable la noción de sociología cognitiva de Boudon como la única sociología científica que produce conocimiento acumulativo? Hay aquí dos cuestiones: por una parte, qué entiende Boudon por teoría científica; por otra, qué componentes reclama Boudon para que una teoría sociológica se considere científica.

En la reunión alcanzamos un razonable grado de acuerdo respecto a los criterios que propone para caracterizar una teoría científica (“aquélla que explica un fenómeno dado entendiéndolo como la consecuencia de una serie de proposiciones compatibles entre sí y aceptables cada una de ellas, ya sea porque son congruentes con la observación o por otras muchos tipos de razones”). He puesto en cursiva lo que considero que son los elementos clave de la definición: el carácter explicativo, la coherencia lógica y la conexión empírica con la realidad. Esta definición está a mitad de camino entre la noción del positivismo duro (sólo es científico aquello que es matematizable) y la visión posmoderna (las teorías científicas son tan válidas como los mitos, son aquello que los científicos adoptan como verdadero). Se dieron ciertas escaramuzas sobre el tema de la cientificidad y las nociones de ciencia (¿es Latour (y el ‘programa fuerte’) posmoderno? ¿es válida la noción mertoniana del escepticismo organizado?) aunque quizás sería mejor tratar este tema más adelante, con textos específicos que sitúen a todos los asistentes.

Hubo mucha más miga sobre la segunda cuestión, la receta de Boudon para una sociología cognitiva.

  • Su primera condición es que debe explicar procesos enigmáticos. Esto se consideró una obviedad, más justificada por su intención de criticar a Goffman, al que considera que no había descubierto nada nuevo (No es esta la opinión de los integrantes de GSB que han trabajado a este autor). Se planteó que la duda y la sospecha (en el sentido nietzchiano) son componentes fundamentales del trabajo sociológico, que precisamente trata de poner en suspenso las psicologías y sociologías del sentido común (o cotidianas) objetivándolas y sometiéndolas a un examen riguroso y objetivo. En este mismo sentido, se señaló muy acertadamente que hasta en los trabajos sociológicos de consultoría hay análisis de procesos enigmáticos, ya que si el cliente pide estudiar algo es precisamente porque le resulta enigmático o desconocido.
  • Su segunda condición remite a la necesidad de hallar las causas de los fenómenos para dar correcta explicación de ellos. Ya debatimos esto en la primera sesión, precisamente cuando surgió el tema de la sociología descriptiva. En general se registra acuerdo en que es la preocupación por indagar en las causas lo que distingue a la sociología ‘científica’ de la sociología descriptiva, o de consultoría, a la que yo también propongo denominar ‘tecnología sociológica’ para la ingeniería social.
  • La tercera condición fue la que más discusión levantó. A su juicio, “las causas de los fenómenos sociales se hallan en el nivel de los individuos, sus actitudes, decisiones, elecciones o creencias”. Reproduce a grandes rasgos la noción del individualismo metodológico weberiano. Hay varios niveles sobre los que podemos analizar este concepto.

Uno de ellos es epistemológico (relativo a cómo se conoce), refiriéndose a la necesidad de descomponer un todo en sus partes para analizarlo correctamente. Es lo que, por ejemplo, hace la estadística al estudiar una población: analiza determinadas características de una muestra de individuos y construye las características de la población a partir de su agregación. Aunque en el caso de Boudon es algo más radical: las únicas causas eficientes en los hechos sociales son los individuos y sus elecciones y creencias. Aquí habría una oposición entre holismo e individualismo.

El otro es más ontológico (relativo a lo que existe) y se refiere a que las “cosas sociales” solo existen en los individuos. No es posible encontrar “sociedad” en ninguna parte (ni embotellarla para su consumo en pequeñas dosis) salvo en los individuos, en sus artefactos y en lo que dicen. Esta premisa ontológica nos permite distinguir el idealismo (las ideas tienen autonomía respecto a los hombres) del materialismo (solo existen las cosas materiales).

Aquí entramos en una confusa discusión sobre el estructuralismo, qué es y a quién se le puede encasillar como tal. Parece claro que la peor especie de estructuralismo y la que parecía desencadenar sus connotaciones negativas era el estructural-funcionalismo de Parsons y demás sociología americana de los 50. Sin embargo, el estructuralismo también es achacable a Althusser y a sus seguidores franceses posestructuralistas, léase Foucault, Deleuze, etc. Al glosario y posteriores debates nos remitimos.

De algún modo confuso enlazamos esto con la crítica a las teorías de la elección racional (TER). Quizás por irnos al otro polo y pasar de meternos con el estructuralismo a meternos con el individualismo. Ciertamente es un claro ejemplo de individualismo metodológico, aunque no puede decirse que sea el más brillante. Aquí partimos de individuos que presuponemos que actúan como individuos racionales (maximizan sus utilidades) y estudiamos bajo qué condiciones se producen resultados sorprendentes o desviados del modelo de racionalidad.

Antes que entrar a rebatir el contenido de estas teorías, nos planteamos las razones que han llevado a la importancia actual de la TER. Se señaló muy agudamente que era la opción que habían adoptado algunos sociólogos para buscar legitimidad y respeto en el campo cultural de los economistas. Más aún, se llegó a cuestionar hasta qué punto es sociológica la TER: ¿se usa o se puede usar para fenómenos sociales concretos? El problema de la abstracción de estos experimentos también se produce en las ecuaciones econométricas y sus tautológicas fórmulas para analizar la realidad. Contra este pensamiento económico vacío, producto de la creciente hegemonía del “pensamiento único” en el paradigma de las ciencias sociales, algún asistente señaló el neoinstitucionalismo como señal de que aún existe vida inteligente en el campo de los economistas. Habrá que verlo.

Como conclusiones finales sobre el texto, asumimos su noción de la sociología expresiva como aquella más dedicada a la divulgación (aunque aquí hayan más literatos que sociólogos). No estamos de acuerdo en que la sociología cognitiva sea únicamente individualismo metodológico. Creemos que es preciso aclarar más y mejor la noción de sociología crítica.

PRG

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