lunes, 3 de diciembre de 2007

3º sesión, 8 de noviembre de 2007

Texto: CHARLES TILLY (1991), “Equipamiento intelectual”, capítulo 1 de "Grandes Estructuras, Procesos Largos, Comparaciones Enormes", Madrid, Alianza, pp. 15-32 (edición original de 1984, traducción de Ana Balbás)
En base al texto de Charles Tilly la primera parte de la sesión se centró en apuntar las virtudes y límites de la sociología histórica y las aportaciones que esta corriente o subdisciplina puede hacer al resto de la sociología. Entre las virtudes que desde el grupo se le ven a lo que en Gran Bretaña se ha denominado principalmente “historiografía social” y en EE.UU “Sociología Histórica”, destacamos la capacidad de aportar la perspectiva diacrónica al análisis de la realidad social, que permitiría entender los cambios sociales en un continuo, superando los modelos dicotómicos. (Ver glosario para una descripción detallada de lo que es sociología histórica y una discusión entorno a ella).

A raíz del segundo punto de lo que Tilly considera los ocho postulados perniciosos del pensamiento social del siglo XX, el debate giró hacia un ámbito que ya es recurrente entre nosotras, “individuo versus estructura”. Tilly señala: “El comportamiento social es producto de procesos mentales individuales, condicionados por la vida en sociedad. Las explicaciones que se dan del comportamiento social, conciernen, por tanto, al impacto que tiene la sociedad en las mentes individuales”. Entramos entonces en un terreno pantanoso en el que difícilmente conseguimos ponernos de acuerdo. La discusión se desarrollo en varios niveles, que nos parece necesario clarificar para no mezclar conceptos. Comenzamos discutiendo sobre la validez del individualismo metodológico versus holismo. Más tarde, el debate descendió ya hacia la “teoría de la elección racional” como planteamiento teórico y, la metodología experimental, como técnica adscrita a este enfoque teórico.

En cuanto a la oposición individualismo/holismo si bien la opción es metodológica, la diferencia entre considerar el todo como la suma de las partes o, por el contrario pensar que forma algo más, constituye una diferencia de partida no despreciable. Coincidimos, no obstante, en que la conciliación entre la estructura y el individuo es un propósito de toda sociología.

Con respecto al valor de la teoría de la elección racional, por un lado, y de la metodología experimental, por otro, los posicionamientos en el grupo son variados y podríamos ubicarlos como en un continuo. En él, algunas personas se situarían en un extremo pues no les convencen en absoluto, otros les reconocen virtudes pero también límites, aduciendo que puede ser un enfoque útil pero necesita ser complementado, mientras que el resto -las menos- se adhieren a la teoría de la elección racional y defienden la metodología experimental.

Finalmente, como esta discusión nos alejaba bastante de los propósitos de la lectura y en vista que la opción por una u otra postura acaba por reducirse, en palabras de alguno de los presentes a “una cuestión de fe”, decidimos posponerla para alguna sesión con lecturas específicas, en las que la reflexión pudiera ser más fructífera y constructiva.

A modo de ilustración y como pistas para seguir en próximas sesiones, señalar de manera desordenada algunas de las cuestiones que aparecieron durante la discusión: ¿Es la metodología experimental capaz de explicar algún fenómeno social que realmente se produzca en la realidad o más bien elabora modelos semejantes a los de los economistas cuyas variables están tan controladas que no encuentran espacio en la realidad social?, ¿qué definición se propone de estructura?, ¿es ésta algo excesivamente abstracto?, ¿qué son los fenómenos emergentes según la teoría de la elección racional?, ¿en qué medida el método experimental puede generalizar sus conclusiones?, ¿cuántos se realizan con el rigor necesario?, ¿en qué medida sirven para simular situaciones sociales reales cuándo operan en un entorno controlado?, etc.